Kigo. El alma del haiku

por George Goldberg.

Kigo es la palabra japonesa para el término estacional, o palabra de temporada, que se hizo más conocida popularmente por su inclusión en el formato de poema clásico japonés, llamado Haiku, del cual es uno de sus tres pilares.

Su importancia es tal que, tanto en el idioma japonés como en decenas de otros en los cuales se escriben haikus alrededor del planeta, existen diccionarios específicos con kigos, divididos por estaciones del año. Estos léxicos se encuentran normalmente en dos formatos: el Kiyose, que presenta una lista con la descripción de los kigōs y una relación de palabras similares, y el Saijiki, que además de tener las mismas características del Kiyose, suele complementarse con ejemplos de haikus que utilizan estos kigos.

En Occidente, comúnmente los vemos vinculados y divididos por las cuatro estaciones. Pero en Oriente, sobre todo cuando hablamos de Japón, cuna de este estilo poético, un país en el que las estaciones son verdaderamente destacables y significativas dentro de la historia de su pueblo; Normalmente, estos diccionarios documentan cinco estaciones. Pero hay quienes profundizan en este análisis, especificando las cuatro más conocidas como macroestaciones, para luego avanzar a 24 estaciones y 72 microestaciones. Estos invariablemente todavía se enumeran en categorías específicas, vinculadas al clima, la estación, las experiencias, la geografía, la fauna y la flora.

Cada región tiene características endémicas, vinculadas a las categorías mencionadas anteriormente, generando kigos específicos. Un ejemplo fácil de entender es mencionar las fiestas regionales que marcan una determinada época del año. En Inglaterra, por ejemplo, tenemos el Saint George’s Day, la celebración del día de San Jorge. En Irlanda del Norte, Día de San Patricio, celebración del Día de San Patricio. Estas fechas son habitualmente incluidas como kigos por los haikuistas de estos países. En Brasil ocurre lo mismo con las fiestas típicas y regionales como: El Día de Nuestra Señora de Aparecida, Día de la Proclamación de la República, Carnaval, Día de la Independencia, entre muchas otras que también son utilizadas por los haikuistas brasileños.

De esta manera, queda claro que el kigo fue creado como una forma de ubicar el haiku en el tiempo y el espacio, aportando, además de belleza al poema, un sentido de pertenencia y/o curiosidad, que transforma esta forma poética en una verdadera experiencia tanto para quienes lo componen, como para quienes lo aprecian.

Evidenciado esto, queda clara la importancia del kigo para la construcción de este tipo de poema. Pero esto no puede simplemente insertarse en la estructura del haiku. Es necesario que el término estacional esté realmente vinculado a la representación de la experiencia vivida. Una localización espacio-temporal, al igual que un pintor, destacando en su obra características reales del lugar, tiempo o situación allí expuesta.

Pinturas que retratan momentos, vivencias y regiones fielmente a lo visto por sus creadores, tienen la capacidad de rescatar la historia para quienes las aprecien. El gran árbol en el recodo de un río, lleno de garzas y peces, registrado en una supuesta pintura del siglo XIII, nos traería una realidad que, tal vez hoy, ya no exista en el mismo lugar, pero sí consta para la posteridad, donde, cuándo y cómo se vivió y fue testigo de tal experiencia.

La aparente simplicidad concisa del haiku trae, de hecho, toda la compleja realidad y esfuerzo de los practicantes, para mantenerse constantemente en el presente, atentos a lo que sucede, registrando en tres versos una infinidad de posibilidades, que fluyen exactamente en el momento en que se captura esta experiencia.

El Zen, la corriente budista más practicada en Japón, orienta a sus practicantes a ejercer la Atención Plena, al aquí y ahora, no al pasado, en el que navegamos constantemente, ni al futuro en el que divagamos intentando crearlo y/o manipularlo. con nuestra mente, olvidando que todo dependía y dependerá de lo que pase ahora; sino más bien, la constante observación del presente, y el debido valor y atención a lo que se hace en el acto de acción. Este principio se encuentra inserto en prácticamente todas las artes seculares japonesas como: Bonsái (Arte del cultivo y miniaturización de los árboles), Kadō o Ikebana (Arte de los arreglos florales), Cha-no-yu (Arte de la ceremonia del té), Suiboku-ga o Sumi-ê (Arte de la pintura tradicional sobre papel de arroz), Origami (Arte del plegado del papel), Shodō (Arte de la caligrafía), Ukiyo-e (Arte de las estampas y grabados), Kirigami (Arte del recorte de papel), y también las artes marciales, con su infinidad de estilos y técnicas, entre muchas otras artes creadas y/o practicadas por el pueblo japonés. Comprender este principio es fundamental para aquellos que desean practicar cualquiera de estas artes, y el haiku está entre las más bellas, populares e inclusivas dentro y fuera de Japón.

Vale recordar que tanto la prosa antigua como la poesía japonesa también estuvieron profundamente influenciadas por otros fuertes aspectos religiosos como el sintoísmo y el confucianismo, con sus visiones filosóficas y estrechamente vinculadas con la naturaleza, sus fenómenos y deidades. Convirtiendo así el haiku tradicional en una amalgama entre filosofías y religiones de la época de su apogeo, y que aún sobrevive en el Japón actual.

Es importante destacar que, de manera notable, la utilización del kigo en el haiku es un esfuerzo del haikuista para transportar a quien lee el poema al interior de su experiencia, revelando colores, olores, sabores, formas, sensaciones y todo lo demás que es natural vivir, apreciar y sentir durante las diferentes estaciones del año en las que se recogen las experiencias, haciendo única esta forma poética.

Cuando conozco a alguien que aún no ha tenido contacto con el haiku tradicional, me gusta hacerle imaginar una situación común. Más o menos, como si estuviera de paseo con un amigo haikuista, y de repente él se aleja, mirando hacia un lado, y la llama diciéndole:

— Ven aquí, ven aquí. ¡Mira eso! ¿Ves esa flor? El rocío, el olor, ¿puedes sentirlo? Mira la abeja, ese sonido, ¡qué interesante! ¿Sientes esa brisa? Ay que bueno esto…

Y luego la persona observa. Y cuando el amigo plasma este momento en un haiku, ¡ya está! La magia ocurre, y la persona se queda ahí, leyendo y releyendo, reviviendo esa experiencia, y tratando de entender cómo el amigo haikuista logró retratar tanto de lo vivido, en tan pocas líneas.

Por tanto, creo que la erudición extrema obstaculiza la evolución de la comprensión del haiku. Me gusta pensar en ello de una manera más privada, una experiencia íntima, pero que te gusta compartir con las personas más cercanas a ti, o incluso, tal vez, publicarlas en un hermoso libro para mostrárselas a tus amigos. Lo que suceda más allá de esto pertenece al futuro, y dependerá de la pasión y dedicación de cada practicante por este arte.

Ilustrar de esta manera es más fácil, pues entendemos que lo simple es complejo en su forma. La naturaleza también es así, todo nuestro planeta es así. Una mirada interminable a un sinfín de situaciones cotidianas, pero tan especiales, que emocionan a quienes viven el momento.

Volviendo a la cuestión de capturar el momento, me gusta mucho la comparación que comúnmente se hace entre el haiku y la fotografía, o incluso con la pintura en tiempos anteriores a la creación de registros fotográficos. Pero, tal vez porque también soy fotógrafo desde hace muchos años, veo que la experiencia que se brinda al aficionado a la fotografía es en cierto modo, por mucho esfuerzo que el fotógrafo ponga en retratar el momento, una experiencia bajo los ojos del espectador. Lo que muchas veces genera diferentes interpretaciones y subinterpretaciones de una misma imagen, al igual que la pintura.

ふるいけやかわずとびこむみずのおと

Furuike ya
kawazu tobikomu
mizu no oto

antigua laguna
una rana salta
sonido del agua

En el haiku, la experiencia registrada está marcada por la expresión del autor, transportando al lector a ese momento presente a través de su imaginación. Este es quizás el principal y difícil objetivo a alcanzar por el practicante del arte del Haiku. Un buen ejemplo de ello imagino que es el poema conocido como “Antigua Laguna”, el haiku más famoso del patriarca Matsuo Kinsaku, popularmente llamado Bashō, que significa plátano en japonés. Su creación hasta el día de hoy, casi cuatro siglos después de su composición, es el haiku más famoso del mundo. Y sin duda no es mera preciosidad, sino la certeza del ejemplo de un haiku que logra el objetivo primordial, como puedes comprobar en esta sencilla traducción del original japonés que sigue:

Para un observador ajeno a la práctica de esta forma de poesía, puede resultar difícil entender la técnica involucrada. Sin embargo, este entendimiento se adquiere únicamente con la experiencia práctica y un estudio constante. Explicar el poema de Bashō implica correr el riesgo de fracasar en el análisis, por lo tanto, creo que la mejor manera de comprender su complejidad es intentar situarse en el lugar del autor en el momento de la creación, ver lo que él veía, sentir lo que él sentía y, de esta manera, intentar expresar la experiencia dentro de la forma propuesta para la composición del haiku.

La vida de un monje en un templo a veces es diferente de la vida de un campesino, un soldado o un maestro. Hábitos, costumbres y conocimientos que forman a estos seres humanos y la forma de ver y experimentar el mundo que les rodea. ¡Y ese es Haiku! Esto es personal y único, que sólo se puede transmitir perfectamente si se vive realmente.

La fotografía para mí también es una pasión, un arte que vivo y estudio, por eso cuando la comparo con el haiku de cierta manera, es precisamente porque entiendo las complejidades de ejecutar plenamente estas dos formas de expresión artística.

Pero ahora, para aquellos que todavía creen que es sencillo, quizás una buena experiencia sería intentar pintar esta escena registrada en el poema de Bashō. Creo que entonces será posible comprender la complejidad que existe al intentar transmitir sensaciones sólo visualmente.

Esto revela que cuando tenemos en nuestras manos las herramientas del lenguaje, incluso cuando están ligadas a métricas y reglas específicas, nos encontramos con la belleza de este arte poético, capaz de transportar en el tiempo a quien lo lee, ofreciéndole la oportunidad de intentar revivir esa experiencia, sea de la época que sea y esté donde esté. Es una imagen que no se le muestra de afuera hacia adentro, sino que nace en la imaginación, guiada por códigos que tienen cadencia, melodía, sentimiento, alma. De ahí la tan importante presencia del kigo, no solo por convención o tradición, sino por traer la capacidad de direccionamiento espacio-temporal, orientando la mente hacia el sentimiento y, sobre todo, hacia la emoción, que, al igual que el origen latino de la palabra «emovere» nos revela, que puede traducirse como «mover hacia afuera», o la capacidad de sacar a la luz lo que se ha generado internamente; revelando así, el objetivo muchas veces oculto, y casi no asumido del haiku.

Seguramente, esta es una de las características principales que esta secular forma poética japonesa posee. Aunque retrate exactamente lo que fue visto, como se propone este estilo de poesía, el haikai lleva consigo la emoción, la experiencia de vida y el estado de ánimo del observador, y por supuesto, la innegable bagaje lingüística en la elección, el orden y el ritmo de las palabras insertadas en la composición, construyendo una firma característica e indeleble de su creador.

Para que conste, confieso que de la misma manera que pasó y pasa con muchos haikuistas alrededor del mundo, también vuelve a pasar conmigo, la aparición en la mente de muchos haikus que están prácticamente listos, pero, sin el kigo. Esto me trae un enorme deseo de dejarlos tal como llegaron, y considero que esto es completamente normal. Pero esto sólo hace que jugar este juego, a veces, sea mucho más interesante, estimulante y desafiante. Es cuando la emoción de la experiencia se adapta a la razón de las reglas, dando vida a lo que fue y será, el momento presente, repitiéndose eternamente.

Finalmente, espero que mi simple visión sobre la importancia del uso de términos estacionales en la composición del haiku pueda transmitir a quienes lo practican, así como a aquellos que aún pretenden iniciarse en este arte, la eficacia y belleza que aporta el uso de kigo dentro de este estilo de poesía, aparentemente tan simple, pero reconocidamente tan sofisticado. Y espero sinceramente que esta práctica pueda perdurar, así como los estudios sobre nuevos términos estacionales regionales. Países continentales como: Estados Unidos, Canadá, Brasil, Australia, China, Rusia, tienen tal cantidad de posibilidades endémicas para ser utilizados como kigos, que el trabajo de catalogar y subdividir tantos términos se vuelve arduo. En mi opinión, ésta es una tarea continua que deben llevar a cabo tanto los académicos como los propios practicantes de haiku en sus países y regiones. Un mosaico que se va formando continuamente a lo largo de generaciones, adaptando y ampliando las posibilidades de creación para haikuistas de todos los rincones del mundo.

Practique constantemente el uso de nuevos tipos de kigo, sugiera otros nuevos, ¿por qué no? Manteniendo así viva esta tradición. Les deseo una buena práctica y que continúen viviendo y apreciando los hermosos caminos recorridos por el Maestro Bashō.

George Goldberg

Redactor en Hotaru

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2 respuestas a “Kigo. El alma del haiku”

  1. Muchas gracias por compartir.

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    1. Muchísimas gracias a ti por pasarte por este espacio y compartir tu tiempo con nosotros.
      Que tengas muy buen día.

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